También se ha demostrado que la robótica es muy útil como herramienta para la educación en ciencias e ingeniería.

Cuando un alumno trata de impulsar su robot para que corra por una mesa, necesita comprender de un modo intuitivo conceptos como velocidad y trayectoria (física), así como par y potencia (mecánica) para que su robot avance, o el modo de hacer que no se caiga cuando llegue al extremo (programación).

Aunque la robótica se enmarca dentro del modelo clásico dentro de las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática), va mucho más allá de las carreras técnicas, tocando también las habilidades motrices y cognitivas a la hora de ensamblar un juguete motorizado.

Estas habilidades quedan relegadas a un segundo plano dentro de las aulas convencionales, en las que el alumno se encuentra sentado e inmóvil, sin interactuar con el entorno más allá de la educación física.

LÓGICA, ABSTRACCIÓN, RAZONAMIENTO, RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS…

Cuando pensamos en una máquina, la mayoría de nosotros imaginamos una carcasa más o menos compleja con ruedas o engranajes (un camión de recogida de residuos, una prensa industrial o una plataforma elevadora…), y con la palabra robot hasta manos y ojos que le dan un aspecto algo más humano (C3PO, Número 5, NS-5, Wall-E).

Nos centramos mucho en su forma física porque es lo más palpable. Sin embargo, cuando un robot se detiene al borde de una mesa, es porque alguien le ha programado una función que evita que se lance al vacío, función que probablemente surgiese de versiones previas con fatal desenlace.

La robótica fomenta la imaginación de futuros hipotéticos, el razonamiento, la lógica, entre otros factores, lo que ayuda a afrontar la resolución de problemas y el modo en que nos enfrentamos a ellos. Con cada nuevo avance, se mejora la autoestima del alumno y es él mismo el que se prepara, gracias a demostrarse sus propias habilidades, a superar la frustración.

LA ROBÓTICA COMO ENTORNO COLABORATIVO

El entorno de la robótica educativa, lejos de focalizarse en el individuo, fomenta la colaboración y los entornos participativos gracias a las muchas materias que conforman cualquier actividad relacionada.

Ni todos los alumnos son igual de buenos construyendo una maqueta, ni todos destacarán programando su movimiento, pero de la sinergia de las diferentes habilidades en base a las capacidades de cada niño surgen equipos de trabajo que han de aprender a superar los retos juntos.

UN EMPUJÓN AL DESARROLLO DE LA MOTRICIDAD FINA

La motricidad fina es aquella que nos permite realizar movimientos pequeños y precisos gracias a la coordinación de músculos, huesos y nervios. De la motricidad fina depende que podamos coger elementos con los dedos, escribir o dibujar, por ejemplo.

Los niños desarrollan destrezas de motricidad fina con el tiempo. Es importante que se estimule esta capacidad con juegos y actividades como la robótica, en la que se manejan piezas muy pequeñas. Los niveles pueden ir adaptándose en función del desarrollo del niño, incorporando con el tiempo piezas cada vez más pequeñas y ejercicios que requieran movimientos más precisos.

FILOSOFÍA, ÉTICA Y PENSAMIENTO CRÍTICO

La robótica, incluso la infantil, puede ser enmarcada dentro de la enseñanza de la filosofía, la moral y la ética, y especialmente dentro del pensamiento crítico. Cualquier alumno, por muy joven que sea, es capaz de comprender que tanto la construcción física del robot como su programación han venido de algún lugar, y ese lugar es la imaginación y capacidades de sus creadores.

También son capaces de entender que el robot plantea nuevos problemas y dilemas, desde los muy básicos (¿Quién se encargará de recargar su batería?) a los más avanzados (¿Por qué mi robot merece la última rueda del cajón de ruedas?).

Cada nueva situación genera un marco de debate que en muchas ocasiones no requiere de una solución técnica, sino de un compromiso ético y social, un pacto entre grupos de trabajo y una solución conjunta basada en los intereses de todos los alumnos. Algo que nuestra sociedad requiere casi con urgencia.

GANAR EN RESPONSABILIDAD

Educar a través de la robótica para niños también permite fomentar un uso responsable de la tecnología. Por ejemplo, al orientar la creación de robots para solucionar problemas de los propios alumnos o de la comunidad. Esto puede contribuir a la enseñanza de valores humanos y a mejorar el desarrollo ético, emocional y social de los niños.

Además, integrar la robótica en la educación puede ayudar a romper estereotipos y barreras. Por ejemplo, los que existen entre niños y niñas en relación a las competencias en tecnología. Educar de forma igualitaria desde edades tempranas es la mejor solución para reducir la brecha futura entre hombres y mujeres.

TAMBIÉN ES CUESTIÓN DE CONFIANZA

Conocer cómo funciona la tecnología es fundamental para entender el mundo que nos rodea. En los próximos años, la robótica puede ser un conocimiento transversal útil en todos los campos de nuestra vida. Independientemente de que los niños tengan en el futuro empleos en la construcción, la medicina o la agricultura, por ejemplo, conocer el funcionamiento de la robótica les resultará útil de una forma u otra en su trabajo.

Ganar confianza es relevante, de nuevo, cuando se trata de la educación de las niñas. En la actualidad, gran cantidad de niñas y jóvenes abandonan las asignaturas ligadas a la tecnología y las carreras STEM (de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) debido, en parte, a cuestiones de inseguridad.

La robótica es un magnífico hilo conductor a lo largo de decenas de habilidades que las futuras generaciones necesitarán en su día a día, tanto para las profesiones del futuro como para su propio ocio, del mismo modo que nuestro ocio actual requiere de un mínimo conocimiento digital.

Sin embargo, todavía no se contempla dentro del sistema educativo y en el aprendizaje. Como dijo Carlos Magro, Vicepresidente de la Asociación Educación Abierta, «El cambio de la educación a través de la tecnología es aún una asignatura pendiente».

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