Trabajo
y educación
Integración,
el arma del siglo XXI
Hoy se advierte un
interés creciente por la capacitación.
Sin embargo, todavía hay serias
dificultades para trasladar al campo práctico lo aprendido en el aula. La
integración es una herramienta de ida y vuelta: se trata de aplicar en el
trabajo el producto de la actividad educativa y de aprovechar la experiencia de
trabajo como fuente fundamental de desarrollo de conocimientos y
habilidades.
Por Santiago Lazzati
En su capítulo de
la excelente obra Preparando el futuro (Ediciones Gestión 2000, 1997),
que incluye la contribución de los más grandes autores actuales sobre temas de
management, Lester Thurow sostiene que "las armas competitivas dominantes
del siglo XXI serán la educación y las habilidades de los trabajadores".
Afortunadamente,
hoy en día muchas empresas están tomando conciencia de este desafío. Esto está
ocurriendo tanto en las empresas más grandes o sofisticadas como en las pequeñas
y medianas de distintos lugares del mundo y de la Argentina.
Unos meses atrás
una gran empresa multinacional me invitó a dar una conferencia sobre
capacitación empresaria frente a alrededor de 200 de sus distribuidores. La gran
mayoría de éstos pertenecían a pequeñas firmas localizadas en diversos puntos
del país.
Ante todo hay que
señalar lo siguiente: hasta hace poco tiempo era casi impensable que se eligiese
la capacitación empresaria como único tema general para una reunión de esa
naturaleza. Pero hoy las cosas han cambiado. El tema despertó un interés enorme
en los participantes. Me impactó la preocupación por la capacitación propia y la
de su gente, tanto en aspectos gerenciales como técnicos. Esto fue evidente por
las preguntas y comentarios que surgieron durante la charla.
Pero también fue
notorio un problema común: "Queremos capacitarnos pero no tenemos claro cómo
hacerlo debidamente". Y éste es un problema que alcanza a muchas empresas de
cualquier tamaño.
Hay compañías que
invierten lo necesario en capacitación y otras que no lo hacen, por el motivo
que fuere. Pero, aun entre las que invierten bastante, hay algunas que no logran
el resultado perseguido. Puede ser que las actividades educativas sean en sí
satisfactorias. Por ejemplo, que los participantes hagan muy buenas evaluaciones
al cabo de la actividad. No obstante, el problema suele radicar en que las
actividades educativas no tienen un impacto significativo en el trabajo. No se
observa en el comportamiento el cambio efectivo que se pretende.
En resumen, se
trata de que la inversión en capacitación sea eficaz.
Hace algún tiempo,
en una reunión con ejecutivos de primera línea de varias empresas, planteé una
serie de interrogantes:
. Primero, les
pregunté por sus planes de capacitación personal para 1998. En general, las
respuestas fueron bien ambiciosas.
. Segundo, quise
saber qué capacitación personal habían recibido en 1996 y lo que iba de 1997.
Las respuestas indicaron una participación importante en múltiples actividades
educativas.
. Tercero, les
pregunté qué había cambiado realmente en sus comportamientos laborales a raíz de
esas actividades de capacitación. Las respuestas fueron mucho más pobres o
ambiguas.
Finalmente,
pregunté hasta qué punto no era preferible explorar cómo aplicar en el trabajo
los conocimientos adquiridos en actividades educativas ya realizadas, en lugar
de buscar nuevos conocimientos de dudosa o improbable aplicación.
El aprendizaje en
el trabajo y en la actividad educativa
En general,
cualquier persona puede adquirir conocimientos y habilidades aplicables a su
trabajo en dos situaciones distintas: durante el trabajo mismo o por medio de
una actividad educativa separada del trabajo (enseñanza presencial, enseñanza a
distancia o autoaprendizaje). El cuadro ilustra sobre las diferencias habituales
entre estos dos prototipos, el trabajo y la actividad educativa.
La actividad
educativa, a la vez, puede incluir una parte teórica y otra práctica. La primera
abarca aspectos tales como el desarrollo de conceptos, modelos, metodologías y
herramientas. La segunda comprende cuestiones como la realización de ejercicios
de aplicación y la discusión de casos reales. Pero aun la parte práctica de la
actividad educativa es distinta del trabajo: no es lo mismo equivocarse en el
aula en la solución de un ejercicio práctico que equivocarse en el trabajo
mismo.
Dados el trabajo
y la actividad educativa así definidos convencionalmente, las claves del
verdadero aprendizaje son:
. Aplicar en el
trabajo el producto de la actividad educativa. Vale decir, lograr un cambio
efectivo en el comportamiento en el trabajo. Esto se ha dado en llamar
"transferencia al trabajo".
. Utilizar
provechosamente la experiencia del trabajo como una fuente fundamental del
desarrollo de conocimientos y habilidades, además del input exógeno que
pueden brindar el instructor y los materiales educativos. Esto se denomina
"aprovechamiento del trabajo".
La idea central es
tanto maximizar la transferencia al trabajo como el aprovechamiento del
trabajo. En síntesis, integrar lo más posible el trabajo con la actividad
educativa.
Existen múltiples
estrategias para lograr esa integración. Sin embargo, en aras de la simplicidad
nos concentraremos en ciertas ideas que giran en torno de lo que hemos
denominado modelo de ciclo del aprendizaje.
Modelo de ciclo del
aprendizaje
Toda actividad
educativa tiene sus contenidos temáticos. Ahora bien: hay contenidos que es
preciso incorporar de manera exógena, a través del instructor o de los
materiales educativos, y hay otros contenidos que los participantes están en
condiciones de desarrollar reflexionando acerca de su propia experiencia. Por
ejemplo, si el contenido es el modelo de liderazgo situacional de Blanchard, es
poco probable que los participantes lo descubran, por más experiencia que tengan
o reflexiones que hagan. Pero los participantes bien pueden inferir las ventajas
y las desventajas de la delegación sin que el instructor o el material se lo
anticipen, sobre todo por medio de una actividad grupal. Y si, en todo caso, los
participantes no llegan al resultado buscado, siempre puede incluirse una
actividad complementaria de aprendizaje para cubrir el déficit. Cuando el método
de reflexión basado en la experiencia es viable, suele brindar un aprendizaje
más profundo que el input exógeno (instructor o materiales).
Por otro lado, todo
contenido temático entraña - en mayor o menor grado - un modelo que aspira a ser
aplicado en el trabajo. De lo contrario, no tendría sentido incluirlo en la
actividad educativa. Claro está que el modelo puede tener valor - total o
parcialmente - o no. En este orden la actividad educativa debería dar lugar a la
crítica pertinente del modelo. En consecuencia, los participantes estarían
equipados para quedarse con lo que fuera valioso del modelo. A partir de aquí se
impone hacer un diagnóstico: plantearse en qué medida la situación real de la
organización, grupo o individuo responde al modelo. Este diagnóstico puede
hacerse a base de instrumentos que están en línea con el modelo planteado. En la
medida en que la situación real no responda al modelo habrá que profundizar el
diagnóstico, analizando la causa de los problemas.
Completado el
diagnóstico corresponde encarar un plan de cambio. Esto es, medidas concretas
para acercarse al modelo.
Luego, el trabajo
brindará experiencia susceptible de reflexión. De esta manera, el modelo puede
ser ampliado, modificado o, inclusive, descartado, reforzando el proceso de
aprendizaje.
Posteriormente
conviene ejercer acciones de seguimiento, con dos propósitos:
* Monitorear el
cumplimiento del plan de cambio.
* Reflexionar sobre
la experiencia recogida.
Tales acciones, a
la vez, constituyen un antecedente de futuras actividades educativas, repitiendo
el ciclo experiencia-reflexión-desarrollo de conocimientos y habilidades.
Así como hablamos
del diagnóstico complementario a la actividad educativa en función del modelo
surgido del contenido temático, hay, por otra parte, diagnósticos que es
aconsejable realizar antes de conocer el modelo, generalmente utilizando un
instrumento pertinente. Por ejemplo, los diagnósticos sobre estilos personales -
como liderazgo, relaciones interpersonales o aprendizaje - en los que el
participante contesta espontáneamente un cuestionario, sin especular con el
debería ser del modelo. Claro está que el instrumento responde al modelo,
pero esto no es evidente para el participante en el momento de contestar el
cuestionario.
En síntesis, por un
lado, la reflexión basada en la experiencia y el diagnóstico previo a la
actividad educativa son vehículos de aprovechamiento del trabajo. Por
otro lado, el diagnóstico complementario a la actividad educativa y el plan de
cambio configuran el camino de la transferencia al trabajo. De esta
manera se logra una adecuada integración entre el trabajo y la actividad
educativa.
Aprendizaje implica
cambio efectivo en el comportamiento. El ser humano, para aprender, debe
recorrer todo el ciclo del aprendizaje. No interesa tanto por dónde empieza.
Esto es una cuestión circunstancial o de estilo de aprendizaje. Algunos
prefieren encarar primero la actividad educativa, ir de la teoría a la práctica,
de lo general a lo particular. Otros, en cambio, prefieren entrar por el
trabajo, tener un problema real a la vista para sólo luego buscar la teoría
aplicable. Se empiece por donde se empiece, lo importante es pegar toda la
vuelta.
Los teóricos deben
bajar al llano para probar sus teorías. Y los prácticos deben conceptualizar
para aprovechar mejor sus experiencias.
Diferencias entre
trabajo y actividad educativa
|
Trabajo
|
Actividad
educativa
|
Lugar
típico
|
La
oficina, la planta, etc.
|
El
aula, la casa, etc.
|
Autoridad
usual
|
Jefe
|
Instructor
|
Objetivo
principal
|
Prestar
un servicio
|
Aprender
|